viernes, 1 de abril de 2011

SI EL MUNDO AMANECIERA DESCALZO por Fray José Muñoz, Mercedario


NARRADOR: Gaspar había dormido

esa noche como un bendito. Se levanto para iniciar su jornada procurando no hacer ruido. Había aprendido, al recordar como su padrastro, enfadado por el ruido que hacía al levantarse, le había entrado a golpes, solo de pensarlo se estremecía. Buscó a tientas su caja en el rincón habitual, y salió a la calle. Desde que frecuentaba el colegio, era más observador y, aunque en un principio no se percató, notó algo extraño en el ambiente, algo no encajaba. Se había acostumbrado a mirar de frente, hay que vigilar al que se acerca, por si tiene malas intenciones, y no había mirado al suelo. En una ligera inclinación de la vista descubrió con asombro que todos los que se cruzaban con él iban descalzos. Pensó que seguía dormido, pero estaba bien despierto, y no eran solo niños o mendigos, allí venía un señor de traje, y tampoco llevaba zapatos. ¿Se habrían confabulado para hacerle una broma?,¡pero como convencer a tanta gente de realizar algo tan absurdo! Tenía que salir de dudas. Se dirigió a un joven, los adultos le intimidaban, y le preguntó.

GASPAR: Disculpe, ¿que ha ocurrido para que todo el mundo salga a la calle sin zapatos?

NARRADOR: El joven se quedó sorprendido ante este interrogante.


JOVEN: ¿Es que te quieres reír de mi?


GASPAR: De ninguna manera, es que no lo entiendo


JOVEN: ¿Entonces por qué razón vas tú también descalzo?

NARRADOR: Le pregunto el joven. Gaspar miró hacia abajo y descubrió que él tampoco tenía zapatos, y no recordaba si se los había puesto al momento de levantarse de la cama.


JOVEN: Tienes suerte que llevo prisa, si no, te enseñaría a tener buenos modales.

NARRADOR: Gaspar se quedó paralizado como si alguien hubiera dado pausa a la película de su vida. Esto no podía estar pasando. En un nuevo intento se dirigió a una señora, sentada en la parada de la Guagua.


GASPAR: Ya se que le parecerá extraño, y no es una burla, pero no se porque razón vamos descalzos. ¿Sería usted tan amable de recordármelo?


SEÑORA: Si mijo, los niños se olvidan de lo importante. Hace mucho tiempo se propuso una campaña: “ningún niño sin zapatos”, era una buena idea, pero no acababa de completarse, entonces alguien del gobierno para evitar la frustración planteó la campaña “zapatos fuera”. Además se protegía la vida de muchos animales que acaban convertidos en zapatillas y botas. Costó un poco, pero la gente se fue acostumbrando, ¡y lo que se ahorra! Al principio los pies sufrían pero la piel se va endureciendo y no se nota. Es verdad que algunas fábricas cerraron, pero aparecieron otros oficios para cuidar los pies. Yo aprovecho para lucir mis anillos pedestres.


NARRADOR: El pobre Gaspar exclamó asustado.


GASPAR: Pero eso no es posible. ¿Cómo no me he dado cuenta hasta ahora? ¿Y que voy a hacer yo, como me presento en mi casa diciendo que no hay trabajo para mi? Mi padre me va a matar.


SEÑORA: No se de que hablas, pero desde entonces no se ha visto por aquí un niño limpiabotas. Cuando te he visto creí que ibas disfrazado para ir a una fiesta. Los niños deben estudiar, no dedicarse a realizar esos trabajos.


GASPAR: Si yo voy a la escuela, pero…


SEÑORA: Siento no poder atenderte pero aquí viene mi guagua, adiós.


GASPAR: Graciasssss…


NARRADOR: Apenas pudo responder Gaspar mientras la señora desaparecía en la guagua, Entonces comenzó a pensar.

GASPAR: Si todo el mundo va descalzo, si yo voy descalzo, si en mi casa no hay zapatos, mi padrastro también irá descalzo, así que no tengo nada que temer. Ahora me puedo dedicar, como dice la señora, a estudiar, ahora puedo ser niño al cien por cien, sin golpes, sin carreras, sin noches fuera de casa, sin huir de los otros limpiabotas abusadores. Lo que no se es lo que hago aun con esta caja en las manos.


NARRADOR: Concentrado en estos pensamientos caminó hacia el tráfico, y solo acertó a realizar un movimiento brusco cuando alguien le gritó: “Cuidaddooo….”, el carro le dio con el lateral, y le impulsó a la acera, donde cayó de espaldas, sintiendo una punzada en su cabeza como si un millar de agujas lo hubieran atravesado. Acertaba a escuchar entre una espesa niebla alguien que lo zarandeaba preocupado:


TRANSEUNTE: ¿Estas bien muchacho? Responde. Di algo…


NARRADOR: No acertaba a pronunciar palabra, se quedaban atascadas en la garganta.

PADRASTRO: ¿Estás bien muchacho? Más te vale que lo estés porque no tengo paciencia para aguantar todo el día.


NARRADOR: Le seguían zarandeando pero ahora sentía el apretón de unas garras en sus brazos que estaban a punto de hacerle gritar.


PADRASTRO: ¿Quieres despertar de una vez? A ver si esto te ayuda.


NARRADOR: Sintió el golpe en su mejilla, que le ayudó a abrir los ojos, descubriendo que no estaba en medio de la calle, le dolían los brazos y no la cabeza y su padrastro llevaba unas buenas botas. Todo había sido un sueño y, aun adormilado, alcanzó a ver sus sandalias y la caja en su rincón, esperándolo. Mientras se vestía no dejaba de pensar lo bueno que sería si el mundo un buen día amaneciera descalzo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario